Esta historia que voy a contar me pasó hace aproximadamente cuatro años y es la prueba de que los problemas pueden llamar a tu puerta en cualquier momento.
Fue una mañana cualquiera de un día cualquiera, al llegar a casa me cuentan que el cartero ha traído una carta certificada. Lo primero que piensas cuando llega una carta certificada es que te van a cascar 200€ de multa por exceso de velocidad, así que preparándome para lo peor abro la carta.
No. No es una multa. Es una citación judicial que me obliga a asistir a un juicio en los juzgados de una localidad que está a 200 kilómetros de mi casa. La carta no dice nada del motivo.
Odio esa sensación, la sensación de encontrarse problemas sin tan siquiera salir de casa, siendo una buena persona y un ciudadano honrado. ¿Sabéis qué es lo peor? Que en ese momento deseaba que hubieran sido 200€ de multa. Hubiere preferido pagar 200€ a vivir esa incertidumbre.
Llamé a mi abogado y le envié la carta por e-mail. Mi abogado por suerte conocía a una persona en los juzgados de aquella localidad, así que telefoneó y se enteró de qué era el juicio. Me llamó y me lo dijo, el juicio era por un caso de pornografía infantil.
Me recorrió un escalofrío por el cuerpo que aún tiemblo cuando lo recuerdo. Se me vino el mundo encima, sabía que era imposible, que yo jamás he buscado en internet nada de ese tipo, maduras todas las del mundo, ¿pero niñas? era imposible…
Me avisaron un mes antes del juicio así que viví ese mes en la más retorcida de las incertidumbres. Pensaba que a lo mejor me había bajado algo de internet sin darme cuenta, que me había comido uno de esos banners que te llevan a dios sabe donde, o que una de las páginas porno de esas que se lían a abrir ventanas como locas me había abierto una web ilegal. A veces pasa que se abren páginas automáticamente con fotografías de dudosa legalidad, yo siempre las cierro pero a lo mejor le di sin querer… aquella intriga me estaba matando.
Por fin llegó el día del juicio, tienes que abandonar tu trabajo ese día, pagar a tu abogado para que asista al juicio, desplazarte 200 kilómetros… Al llegar allí nos enteramos que por lo visto desde una ip que se vinculaba a mi número de teléfono se habían enviado fotografías sexuales de una menor de edad, el que supuestamente las habían enviado estaba allí, un exnovio de la chica que también era menor de edad.
Al parecer da igual que el chico sea menor de edad, si difunde fotografías de su novia también menor se considera pornografía infantil y como una dirección ip registraba mi número de teléfono yo estaba citado.
Me empecé a tranquilizar porque yo no conocía a esos pueblerinos de nada. La juez me llamó y me hizo cuatro o cinco preguntas. Que si yo conocía a esas personas, que si había tenido relación con ellas, bla bla bla…
Al parecer habían mandado a llamar a todas las casas que tenían asignada esa ip sin tener en cuenta la franja horaria. Es decir que reinicié mi router el mismo día que aquel cateto se puso a enviar las fotos de su exnovia con la mala suerte de que telefónica me asignó la misma ip.
Al final todo quedó en eso. El dinero del abogado, un día perdido en el trabajo, el miedo en el cuerpo y la moraleja que para encontrar problemas no hace falta mover un dedo. Y como dijo mi abogado, da gracias que te han llamado de un juzgado que estaba a 200 kilómetros porque si me citan en la otra punta de España, allí que me tengo que plantar.